jueves, 24 de diciembre de 2015

FELIZ NAVIDAD 2015

Con más motivo en estos tiempos, en los que a ciertas alcaldesas de grandes ciudades españolas se les ocurren las más peregrinas (y estúpidas) ideas. El laicismo de barraca está mostrando su rostro más alelado. Frente a esto, la maravilla, el misterio, el asombro, la belleza y la trascendencia de la Navidad. Ante la luz alumbrada en el silencio de la noche de Belén, no hace falta decir ni hacer nada más: contemplar basta.

Uno de los Nacimientos de mi casa
Autor: Juan Mateo Ruano
foto atarifa (CC)

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lunes, 24 de agosto de 2015

Ideología de género y persona

El mes pasado me pidieron que diera una más charla que conferencia sobre esa corriente cultural de gran fuerza en Occidente que algunos llamamos "ideología de género", a un grupo selecto y variado de profesionales con formación universitaria y amplios intereses.

Escogí como guión la conferencia "Ideología de género y persona. Voluntarismo y dominio", que el profesor Francesco D’Agostino, de la Università de Roma Tor Vergata, pronunció en la reunión para docentes e investigadores universitarios, que organiza cada año la Fundación RUI en Castello di Urio (Lago de Como), del 13 al 15 de junio de 2014 (texto publicado en la revista Studi Cattolici, n. 643, septiembre 2014, pp. 580-584).

Tras un nada fácil -para mí-, proceso de desentrañamiento de las ideas expuestas por el profesor D'Agostino, llegué al siguiente esquema para mi propia exposición:
  1. Tú me dices el yo.
  2. La identificación del yo en tres planos: distinción entre identidad sexual, orientación sexual e identidad de género.
  3. Corrientes culturales de fondo:
    1. Feminismo radical: Toda diferencia es discriminación: leyes anti discriminación.
    2. Autodeterminación: toda persona puede o debería poder configurarse según sus propios deseos, sin ninguna predeterminación cultural o biológica. Aquí late el “seréis como Dios” de la primera tentación (Gen 3,5).
  4. Cuando uno pierde las raíces de su identidad (familia, patria, Historia, cultura) queda a merced del poder que tiraniza haciendo creer que uno hace lo que quiere (Juan Manuel de Prada).
  5. Juan Pablo II: relativismo, sin el timón de la referencia de la verdad, se hace imposible una referencia objetiva al bien en la conducta individual y social, y la nave va a la deriva.
  6. Cuando uno queda en el aire, sin raíces para su identidad, se lo lleva cualquier viento.
1. Tú me dices el yo.

Cuando nace una criatura, todo el mundo se hace dos preguntas fundamentales. La primera es: ¿es niño o niña? La segunda: ¿qué nombre se le ha puesto? Cuando se nos dirige la pregunta ¿quién eres? y damos una respuesta, estamos recurriendo, aunque no nos demos cuenta, al otro y a su providencial ayuda (y éste es el sentido profundo del auspicio del rey Lear; Who is that can tell me who I am?), no porque la palabra del otro sea infalible, sino porque ponernos a su escucha hace activa en nosotros la conciencia de que es indispensable que la respuesta sea conforme a la verdad, y no según nuestro arbitrio. Lo que Pedro Salinas expresa tan poéticamente: Posesión tú me dabas de mí, al dárteme tú.

2. La identificación del yo en tres planos: distinción entre identidad sexual, orientación sexual e identidad de género.

El primero es el plano de la identidad sexual, que tiene una objetividad natural: la presencia de los cromosomas XY o XX. QUÉ SOY.
El segundo plano es el de la orientación sexual, y se refiere a la atracción pulsional, que puede dirigirse hacia personas del propio sexo. o a otros objetivos. QUÉ SIENTO
El tercer plano, es el de la identidad de género. Este se refiere a cómo se identifica una persona a sí misma en su propia mente, o más propiamente, a cómo una persona decide identificarse. QUÉ DECIDO SER.

El primer y segundo plano se refieren a una dinámica de hetero-determinación o, por emplear una expresión enfática, al destino; el tercer plano se refiere a la autodeterminación o, si se prefiere, a la elección.

3. Corrientes culturales de fondo.

Algunos estudiosos, incluso simpatizantes con los Gender Studies, comienzan a pensar que el del género es un modelo de transición, cuya función, en el momento histórico actual, podría reducirse fundamentalmente a desquiciar la idea tradicional según la cual el género humano se cualifique a partir de una obligada vocación genealógica. El objetivo último de los Gender Studies consistiría por tanto en cancelar la imagen del hombre como animal familiar. Según el parecer de estos estudiosos, la desestructuración y la desimbolización de la diferencia entre los sexos, potenciada por la banalización de las nuevas posibilidades de procreación asistida y sobre todo por la producción de embriones constitutivamente sin padres, vaciarían desde dentro el triángulo padre/madre/hijo y abrirían una nueva e irreversible fase de la autocomprensión histórica del hombre.

Esos días cayó en mis manos un reportaje (MAGAZINE, 29 de julio 2015) en el que el afamado Luis Rojas Marcos aventuraba que dentro de cincuenta años "sin duda habrá desaparecido la institucionalización legal y cultural del matrimonio (...). Las relaciones entre las personas serán más variadas y abiertas. La institución matrimonial como existe ahora no va con la con la mentalidad del ser humano, con sus cambios y etapas de vida". Cosa que me recuerda a esa nueva concejalía del ayuntamiento barcelonés llamada Ciclo de Vida, Feminismos y LGTBI.

La afirmación de un yo asexuado (o bien de un yo libremente polisexuado, que es esencialmente lo mismo) sería la frontera de la completa liberación social de la subjetividad y del eros, a lo que seguiría el comienzo de la nueva era.

Casualmente, recuperé poco antes dos fichas que conservo medios traspapeladas entre mis notas y papeles sobre laicismo. Son de 2004, y en ellas se apunta ya el largo aliento de algunas medidas políticas concretas:
La imagen de España en el mundo ha cambiado en estos 6 meses. El reconocimiento del matrimonio de homosexuales es un cambio histórico, de concepción de la sociedad, de valores, y eso tiene un potencial transformador muy importante. Estamos cambiando muchas cosas y lo mejor está por venir (José Luis Rodriguez Zapatero entrevistado por Jesús Ceberio, El País, 17 de octubre de 2004).
 Este gobierno ha presentado todos los cambios como una suerte de revancha a nivel social. Son iniciativas legales que llevan a crear una nueva conciencia social, como ocurrió con las leyes del aborto y del divorcio. Este es el efecto deseducativo de las normas (José Luis Requero, Vocal del Consejo General del Poder Judicial, Alfa y Omega, 21 de octubre de 2004).
4. Cuando uno pierde las raíces de su identidad (familia, patria, Historia, cultura) queda a merced del poder que tiraniza haciendo creer que uno hace lo que quiere (Juan Manuel de Prada).

Recomiendo leer la serie de artículos sobre La Nueva Tiranía.

5. Juan Pablo II: relativismo, sin el timón de la referencia de la verdad, se hace imposible una referencia objetiva al bien en la conducta individual y social, y la nave va a la deriva.

Si la determinación del Gender es voluntarística, puesto que no puede invocar en su propia justificación ninguna determinación naturalista, queda sin resolver el problema de cómo pueda ser reivindicada individualmente como absoluta y no negociable: como no hay un querer verdadero que pueda (sólo en cuanto tal) imponerse sobre un querer falso, y lo que cuenta –como había comprendido perfectamente Nietzsche– es solo cuál de los dos quereres se revele al final como el más fuerte, como capaz de imponerse al más débil, es muy dudoso que en sistemas de complejidad social siempre creciente, en lo que se refiere a la determinación de la identidad sexual, acaben prevaleciendo las voluntades de género de tipo individual, frente a las pretensiones reguladoras sobre el género que puedan imponerse desde el poder.

6. Cuando uno queda en el aire, sin raíces para su identidad, se lo lleva cualquier viento.

Así acabé mi exposición, dejando sola en el aire una pluma y soplando fuertemente sobre ella.

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lunes, 23 de marzo de 2015

El registro de sanitarios objetores de conciencia, en tela de juicio

Andrés Ollero, magistrado del Tribunal Constitucional español, duda de que esta iniciativa sea necesaria y eficaz: señala que el registro de objetores es “discriminatorio”.

Redacción Médica
Ricardo Martínez Platel. Madrid. 12 de febrero de 2015

Andrés Ollero, magistrado del Tribunal Constitucional, ha señalado en el Foro Sanidad y Derecho, que organiza el Hospital La Paz de Madrid, que no considera que la objeción de conciencia sea "un conflicto entre el Derecho y la moral", sino más bien un choque entre "dos planteamientos jurídicos". Según el magistrado, se trata de la "colisión de una visión minoritaria del mínimo ético", lo que supone que los casos "deben ponderarse de forma individualizada".

Ollero ha explicado que "la objeción de conciencia no puede verse limitada por la voluntad del paciente", ya que "aunque es un derecho que ha de ser atendido, si no lo hace un médico, lo puede hacer otro". Ollero ha recordado que el Tribunal Constitucional debe "defender a las minorías" y ha expuesto que "la objeción de conciencia no cuestiona la norma, sino que exige una excepción, a diferencia de la desobediencia civil".

Este magistrado ya emitió un voto particular respecto a la sentencia sobre un recurso de inconstitucionalidad promovido contra la Ley Foral de Navarra, por la que se creaba el registro de profesionales en relación con la interrupción voluntaria del embarazo. El argumento de Ollero se centra en que este mecanismo "no solo no garantiza las prestaciones en juego, sino que ha llevado a una inaplicación de la ley, por los riesgos que los profesionales otorgan a la existencia del registro". Según el magistrado, la consecuencia parece haber sido que "numerosos objetores se han negado a suscribir el formulario legal en su propio centro sanitario, para evitar verse inscritos".

La creación de un registro "no es necesaria para garantizar a las usuarias de la prestación sanitaria de interrupción del embarazo, que parece ser la finalidad". Ese objetivo puede ser cumplido con igual eficacia sin esta herramienta, "así lo prueba el hecho mismo de que no haya sido creado en otras comunidades autónomas con un sistema sanitario más complejo, o la propia inoperancia del registro navarro".

Ollero ha concluido que el resultado producido "denuncia que implica un sacrificio injustificado del derecho fundamental a la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios, dado el efecto desalentador del ejercicio del derecho, ante el explicable temor de los profesionales a sufrir represalias y perjuicios en sus legítimas expectativas profesionales".

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martes, 24 de febrero de 2015

Cristianofobia, una fe bajo ataque

Rupert Shortt, periodista y miembro del comité de redacción de The Times Literary Suplement, presentó en la Universidad Internacional de Cataluña (UIC) el contenido de su investigación de los últimos años, de la que fue fruto el libro “Christianophobia: a faith under attack”, publicado por Rider Books en Londres en 2013, y “dedicado a todos los que sufren por sus creencias”.

En la entrevista que le hace Jordi Picazo para Religión en Libertad, cuenta una jugosa anécdota para ilustrar el desconocimiento que en occidente tenemos de los cristianos de Oriente Medio:

Citaba Shortt en este artículo publicado en The Guardian un encuentro sorprendente entre un general de Estados Unidos y un árabe cristiano. La pregunta del general aparentemente fue “cuándo se convirtió su familia”, a lo que el árabe, o cristiano, era las dos cosas, dijo que “hace 2000 años”.

En el libro se denuncia el clamoroso silencio informativo que pesa sobre la persecución de los cristianos minoritarios en países musulmanes, y se hacen juiciosas puntualizaciones que pueden resultar sorprendentes para la mayoría del público occidental (y oriental), como que el cristianismo NO es una religión de Occidente (no sólo).

Pero lo mejor es leer la entrevista.

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jueves, 19 de febrero de 2015

Cómo se impone la ideología de género

Replico este artículo porque me ha parecido magistral e instructivo.

El nuevo idioma del poder habla en el nombre del gender. Así es cómo, a través de las grandes conferencias de la ONU, las lobbies han dictado la agenda de los Estados.

Family and Media
Lunes 19 de Enero de 2015 Stefano Di Battista

El análisis de la escritora y periodista Marguerite Peeters en un congreso organizado por la diócesis de Brescia (Italia).

El gender. Una norma política mundial. Marguerite Peeters, destacada periodista estadounidense y autora de muchos libros sobre temas éticos, barre con muchos de los lugares comunes recurriendo la historia de las grandes conferencias promovidas por la ONU (Organización de las Naciones Unidas) a partir del año 1990.

Fue justo en algunas de aquellas asambleas, en las que ella participó en calidad de periodista, que se emprendió el proceso de toma de poder por parte de algunas ONG (Organizaciones No Gubernamentales) que operan en el ámbito de los derechos humanos y la de igualdad de oportunidades: dichas organizaciones han logrado paulatinamente imponer su agenda, sustituyéndose de hecho a los gobiernos nacionales y condicionándolos según los intereses de un número reducido de lobbies económicos. En particular, fue en la Conferencia de Pekín sobre las mujeres (1995) cuando se allanó el camino a la ideología del gender, al establecerse la paridad entre los sexos como paridad de género, lo cual logró un consenso enorme a nivel mundial.

Para entender lo que ha ocurrido es menester retomar el concepto de soft power (poder blando) y el de consenso (internacionalmente consensus), una práctica con la que se pretenden evitar decisiones unánimes y difíciles de tomar. Cuando una resolución no es compartida, no se aprueba recurriendo a una votación formal, sino a través de una declaración concertada anteriormente entre los estados en la que simplemente se reconoce el acuerdo entre los miembros; un acuerdo constatado por el presidente que la preside mediante la fórmula «¿Hay alguna objeción? Si no hay objeción, así se acuerda».

Se trata de una tipología de resolución, cuyos contenidos resultan a menudo bastante vagos, y de la que se sirven las lobbies para orientar las políticas de los estados de acuerdo con sus propios intereses. Las conferencias de la ONU también han impuesto un nuevo lenguaje, véase al respecto los términos como partnership (partenariado), skateholder (partes interesadas) y, sobre todo, governance (gobierno corporativo).

«Pero la governance mundial –apunta la autora– es una realidad inaprensible: todos los términos de este nuevo lenguaje resultan ambivalentes, esto es, no tienen una definición diáfana. Su difusión sirve para ocultar un proyecto ideológico determinado finalizado a la toma de poder por parte de algunas minorías. La governance no es ningún gobierno mundial: la diferencia, en efecto, es que un gobierno propiamente dicho tiene su visibilidad democrática y una autoridad moral que procede directamente del mecanismo de la representación. Un gobierno se elige con el fin de dar voz a los valores de quienes lo han elegido. La governance, en cambio, no contiene en sí ni tampoco conlleva ninguna representación, sino exclusivamente la participación de algunos grupos de interés que han tomado el poder a nivel mundial».

«Se trata –ha explicado Peeters en un reciente congreso que se ha llevado a cabo en Brescia (Italia)– de una revolución política guiada por las ONG que pone al centro del interés asuntos como el crecimiento demográfico o la alerta ambiental. La igualdad entre hombre y mujer, en particular, ha sido el expediente que ha permitido la difusión de la ideología del gender: a partir de un asunto de derecho, justamente la igualdad, que dentro de Occidente nadie se atrevería a negar o a poner en cuestión, se ha ampliado paulatinamente su significado hasta desestructurar el dato biológico a favor de una interpretación libre y arbitraria de la identidad sexual de cada uno».

Al respecto, piénsese por ejemplo que en el Facebook cada usuario puede elegir entre 58 géneros. La ideología gender se ha difundido gracias a algunos mitos que Peeters nos invita a desenmascarar.

«Si bien predomina la idea de que se trata de un diseño que procede del frente homosexual, no hay que olvidar el aporte que dio el feminismo radical, que resulta tan indisociable de aquél que no sería impropio afirmar que se han allanado mutuamente el camino. En Occidente, el componente homosexual resulta mayoritario, pero en los países en vía de desarrollo existe un programa feminista que es el resultado de una mentalidad por la que a la mujer se le niega la identidad filial, materna y conyugal, inculcándole la idea de que las diferencias entre lo femenino y lo masculino, así como la distinción entre familia y vocación educativa, son construcciones sociales que se oponen a la igualdad y a la libertad de los ciudadanos. El mensaje más o menos implícito, por tanto, es que en una sociedad avanzada estos legados del pasado tienen que ser desmontados mediante cualquier medio: de ahí, los proyectos de cambiar las leyes nacionales de modo que la contracepción, el aborto y la fecundación artificial sean fácilmente asequibles para la población. Gracias a estas posibilidades, la governance promueve y fomenta la educación de un tipo de mujer cada vez más autónoma, exenta de las obligaciones familiares y, por ende, más motivada hacia la búsqueda del proprio poder y de autonomía».

El origen filosófico de este fenómeno se halla en la Ilustración. Fue precisamente en aquel contexto cultural, de hecho, cuando se impuso el principio deista según el cual «si Dios no es padre y el ciudadano no es hijo, entonces éste no adquiere su identidad de nadie, sino que ha de construirla por su cuenta». Y así el ciudadano occidental se convierte simplemente en individuo, en una entidad política abstracta e indiferenciada, que no adquiere igualdad y libertad mediante un proceso de filiación, sino que se adueña de ella mediante un gesto de rebeldía]. En este proceso, la paternidad representa claramente un obstáculo, tal como afirmaba el filósofo Jean-Jaques Rousseau (1712-1778), según el cual ser padres sería un privilegio que se opone al principio de igualdad.

El homicidio cultural de la figura paterna ha sido la consecuencia directa de dicho pensamiento».

Además, Peeters dice estar muy impresionada por la continuidad ideológica entre la Revolución francesa y la forma en que la teoría del gender ha sido introducida en los textos escolares adoptados más allá de los Alpes. «Desde la muerte de Dios hasta la del hombre, pasando a través de la del padre, de la madre y del hijo, el siglo XX ha sido terrible desde un punto de vista antropológico. El punto de llegada, de hecho, es que los hijos en cuanto tales ya no existen, porque se han convertido en los hijos de la República, en un proceso de secularización que dio por resultado la norma mundial del gender».

Pero, ¿cómo reaccionar frente a todo esto sin caer en extremismos que rechazan todo lo que sea occidental, o en las actitudes de esas minorías que abogan por un regreso del pasado? La única vía es el discernimiento. «Frente al gender no son los conocimientos globales los que nos sirven, sino el despertar de la conciencia: es ahí donde hemos de decidir sobre lo que es el bien y promoverlo. La elección que se nos plantea es si permanecer pasivos, porque nos sentimos aplastados por la gravedad del problema o, en cambio, si ser útilmente creativos a favor del bien y emanciparnos del pasado. La verdad es que ya no vivimos en una verdadera democracia, porque ya desde sus albores este sistema conllevaba en sí los gérmenes de su autodestrucción. En su parábola el Occidente ha llegado casi al fin del trayecto y hoy se encuentra en la necesidad de volver a ser evangelizado para volver a mirar a la persona humana en toda su esencia. Hace falta devolverle el poder al pueblo, pero para hacerlo hay que ser capaces de exponer públicamente dicho timo por parte de las lobbies. Ya no es suficiente oponerse a las normas culturales: hay que abrir una reflexión sobre el individualismo y sobre cómo han evolucionado los así llamados derechos de la persona. El error del pasado reside en el moralismo, mientras que el despertar de la conciencia humana pasa a través del amor. Hace falta, entonces, un esfuerzo de síntesis para regresar al humano en su verdadera experiencia existencial, haciéndole redescubrir su propia identidad de hijo».



(*) Marguerite Peeters se ocupa de cuestiones políticas, culturales y éticas relativas a la governance mundial desde 1994. Es autora de centenares de informes sobre este asunto y también de la obra La mondialisation de la révolution culturelle occidentale. Es consejera del Consejo Pontificio de la Cultura. La editorial San Paolo ha publicado recientemente su obra Il gender. Una questione politica e culturale (2014).

"Traducción de Matteo Torani"

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sábado, 31 de enero de 2015

Una sociedad con sed de emociones

foto atarifa
El creciente protagonismo de las emociones en la sociedad contemporánea ha traído aspectos positivos como el replanteamiento de las relaciones entre mujeres y hombres o entre padres e hijos. Pero también ha agudizado ciertos problemas en la vida social y política. El diagnóstico de esta nueva cultura emocional puede servir de punto de partida para buscar el equilibrio entre razón y sentimientos.

ACEPRENSA 93/14.

De los jóvenes del milenio, nacidos entre 1980 y 2000, se dice que pasan demasiado tiempo entre series de televisión, viajes low cost, redes sociales y selfies. Pero la que ha sido retratada como la generación más narcisista de la historia, también tiene su corazoncito. Así lo explica un reportaje del New York Times que analiza varias encuestas realizadas en EE.UU.

De entrada, son menos materialistas que sus mayores. Entre otras cosas, casi dos tercios están dispuestos a ganar menos con tal de trabajar en un empleo de su agrado; sus hábitos de consumo denotan cierto compromiso cívico: el 89% de ellos prefiere comprar productos de empresas que destinan parte de sus beneficios a proyectos sociales.

Tomados en conjunto –concluye Sam Tanenhaus en el reportaje–, estos hábitos y gustos están más cerca de lo comunitario que del narcisismo. El valor que más aprecian [estos jóvenes] no es la promoción personal, sino sus opuestos: la empatía y las relaciones sinceras y generosas con los demás”.

La gente vota a los candidatos que suscitan los sentimientos correctos, no a los que presentan los mejores argumentos

Emociones e identidad

El artículo del New York Times es un buen ejemplo de cómo el análisis de los estilos de vida y las prácticas cotidianas de la gente –en este caso, los jóvenes del milenio– pueden ayudar a comprender la sociedad actual. Donde unos ven un narcisismo generacional, una mirada más atenta descubre que la empatía y la autenticidad se han convertido en valores nucleares para los jóvenes de hoy.

Es el enfoque que sigue el proyecto “Cultura emocional e identidad”, del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra. “Sería un error no advertir que, para muchos de nuestros contemporáneos, la sed de emoción tiene que ver con la búsqueda de indicios, pistas, acerca de quiénes somos: al ver cómo nos afectan las cosas, conocemos algo de nosotros mismos”, explica Ana Marta González, profesora de Filosofía Moral y directora académica del ICS.

Pero el carácter variable de las emociones, dice en otra entrada del blog del proyecto, impide distinguir entre aquellos rasgos personales “que responden a una situación momentánea y aquellos otros que arraigan en estratos más profundos de nuestro ser”. Por eso hace falta analizar, junto a las emociones, las acciones y las producciones culturales en las que aquellas se expresan.

Aquí, el cine y los medios de comunicación son de gran ayuda, como puso de manifiesto el encuentro “Taking the Pulse of Our Times: Media, Therapy and Emotions”, organizado por el ICS del 20 al 22 de noviembre. A partir del análisis de varias películas, expertos de distintos países reflexionaron sobre algunas actitudes que dan forma al “clima emocional” de nuestra época: desde el miedo a la vejez, la discapacidad y la muerte hasta el éxito de todo lo que hable sobre la gestión de emociones, el lenguaje terapéutico o la inteligencia emocional.

Política con corazón

Pero el auge de la cultura emocional también nos habla de ciertos riesgos que se han acentuado últimamente en la política. Uno de los más destacados es que las relaciones políticas ya no se estructuran en torno a la convicción racional, sino a la adhesión emocional, explica Lourdes Flamarique, profesora de Corrientes Actuales de la Filosofía e investigadora del ICS (1).

Cuando se abandona el concepto de verdad objetiva, cualquier crítica a “mi verdad” se considera un ataque personal

El ascenso de Podemos en España es un caso paradigmático. Este partido se está aprovechando de los sentimientos de indignación de muchos ciudadanos ante la corrupción, el paro o la crisis, pero importa poco si sus propuestas son realistas o no. “¿Cuándo fue la última vez que votaste con ilusión?” es uno de los eslóganes de Podemos, que aún sigue sin programa definido.

El psicólogo estadounidense Drew Westen se ocupó ampliamente de este fenómeno en su libro The Political Brain (2): “La noción de mente que cautivó a los filósofos, los científicos cognitivos, los economistas o los politólogos desde el siglo XVIII es la de una mente desapasionada que toma decisiones tras sopesar los datos y razonar hasta llegar a la conclusión más válida”.

Pero no es así como funciona el cerebro del votante actual, que es un “cerebro emocional”. Más bien se parece a una red que obtiene su visión del mundo gracias a una combinación de “pensamientos, sentimientos, imágenes e ideas que han logrado conectarse a través del tiempo”. Son los famosos marcos inconscientes de los que también habla el lingüista George Lakoff.

La gente vota a los candidatos que suscitan los sentimientos correctos, no al candidato que presenta los mejores argumentos”, sostiene Westen a partir de las conclusiones de varios estudios. Y Lakoff insiste: “Los hechos son importantes. Son cruciales. Pero hay que enmarcarlos adecuadamente para que se conviertan en una parte eficaz del discurso público”.

De todos modos, el pinchazo de la “obamanía” en las elecciones legislativas de noviembre de 2014 sugiere que estos análisis pueden ser exagerados: al final, el votante exige resultados, no afecto. Pero tanto Westen como Lakoff aciertan a detectar la influencia de las emociones en las preferencias ideológicas, lo que a su vez alimenta una política de gestos donde lo importante es tocar fibra (cfr. Aceprensa, 23-09-1998).

Un Estado de Derecho más débil

Desde una perspectiva mucho más crítica que la de estos autores, el filósofo Gabriel Albiac denunció la deriva emotivista que adoptó la política española con el primer mandato de José Luis Rodríguez Zapatero: “Vivimos, desde hace casi cuatro años, en la sentimentalización de la política: la ciénaga de la cual nadie sale indemne. Y en la cual toda inteligencia muere. Con bellos sentimientos se hace mala literatura, apostrofaba Gide. En política es peor. En política, con bellos sentimientos se edifica infierno” (3).

Lo que preocupaba a Albiac de las propuestas “sentimentalistas” al estilo Educación para la Ciudadanía, la Memoria Histórica o la Alianza de Civilizaciones era el progresivo proceso de vaciamiento del Estado de Derecho y su sustitución por un nuevo “Estado sentimental”, donde las emociones pueden tener más peso que la seguridad jurídica, el equilibrio de poderes, las instituciones y las leyes.

El vaciamiento del Estado de Derecho tiene múltiples manifestaciones en el espacio público. Una de ellas es el populismo penal, que lleva a endurecer los castigos para ciertos delitos atendiendo exclusivamente a la indignación popular. Pero la exigencia de mano dura no siempre tiene en cuenta que “la frialdad del Derecho, que ahora lamentamos, es la que en otras ocasiones puede protegernos de abusos arbitrarios”, advierte Ana Marta González.

Otra manifestación es el empobrecimiento del debate público con eslóganes y clichés que “disparan el reflejo condicionado de una respuesta social previsible, siempre bajo el signo del conflicto, provocando reacciones estereotipadas en uno y otro bando”, añade González. Un problema que se agrava cuando las empresas de medios de comunicación detectan que el refuerzo de las convicciones se vende mucho mejor que la información (cfr. Aceprensa, 10-04-2012).

Cuando los sentimientos crean Derecho

En la misma línea, Manuel Cruz, catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona, critica en El País la práctica del nacionalismo catalán de apelar a los sentimientos para configurar la realidad e incluso fundar Derecho.

Lo que dice Cruz podría aplicarse perfectamente a otras reivindicaciones identitarias que consideran que “del hecho de que un determinado sentir esté muy generalizado entre la ciudadanía se desprende la necesidad de que las autoridades proporcionen una respuesta que dé satisfacción al sentir en cuestión o, como mínimo, lo alivie”.

También el Derecho de familia –y antes que él, el concepto de matrimonio– ha sido víctima de un proceso de vaciamiento llevado a cabo en virtud de un nuevo paradigma según el cual bastaría la capacidad de darse amor, afecto y apoyo mutuo para reconocer como matrimonio cualquier forma de convivencia.

En España, este proceso se desencadenó con la reforma del Código civil de 1981 que legalizó el divorcio, y se consumó con la ley del “divorcio exprés” y la que permite casarse a las personas del mismo sexo, aprobadas ambas en 2005. Leyes que han ido despojando al matrimonio civil de su contenido caracterizador hasta convertirlo en “una cáscara vacía”, en palabras de Carlos Martínez de Aguirre, catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Zaragoza (cfr. Aceprensa, 7-12-2012).

Emociones fuertes para el pensamiento débil

Para el canadiense Dennis Buonafede, en la raíz de esta sentimentalización está lo que Benedicto XVI ha llamado el eclipse de la razón. “En términos sencillos –escribe este profesor de filosofía–, esto significa que el concepto de una verdad objetiva se ha abandonado y ha sido sustituida por el de la verdad subjetiva. Ya no existe una verdad en sí, sino una verdad para mí”;.

Esta manera de pensar ha traído dos consecuencias. “Primera: la verdad ha llegado a personalizarse hasta límites insospechados. Dado que es mi verdad, yo me identifico con ella. No es algo distinto de mí Y la segunda: puesto que hemos personalizado tanto la verdad, cualquier crítica a mi verdad es en realidad una crítica contra mí, un ataque personal” (cfr. Aceprensa, 18-10-2011).

Lo que explica el auge en nuestros días de refinados mecanismos de censura como la descalificación de lo tachado como “lenguaje del odio” (hate speech) y las leyes antidiscriminación, que invocando la igualdad de trato otorgan en realidad unos derechos distintos y privilegiados al colectivo LGTB; y las alertas o trigger warnings frente a ideas que pueden herir algunas susceptibilidades.

De esta forma, las estructuras de corrección política arraigadas en las sociedades amplían su ámbito de influencia, que ahora abarcan desde los pensamientos y las ideas hasta “lo emocionalmente correcto”.

La intolerancia emocional

No en vano Claudia Wassmann, investigadora del ICS, advertía en el encuentro mencionado antes que “el modo en que las sociedades tratan con las emociones de sus ciudadanos –cuáles se aceptan, desean y toleran, y cuáles se prohíben– habla del grado de libertad del que gozan los individuos”.

Un contraste significativo en las sociedades occidentales es que la generosa tolerancia hacia las emociones de las minorías no se aplica por igual a la protección de los sentimientos religiosos. Sobre esto es interesante lo que dice Rafael Palomino Lozano, catedrático de Derecho eclesiástico del Estado en la Universidad Complutense de Madrid: “En general, tanto en América como en Europa, en la colisión entre religión y otras formas de identidad, la religión lleva siempre las de perder” (4).

El motivo es que mientras que “las reclamaciones surgidas de la ideología de género han logrado instalarse en el área de la identidad (más permanente y no electiva)”, la religión sigue enmarcada en el terreno de las opciones individuales. De aquí algunos concluyen que “los ciudadanos no deben discriminar una identidad, que no es cuestión de elección, desde una posición que sí es electiva.

Los conflictos de este tipo no se resuelven así en aquellos países donde la adscripción religiosa se concibe como un marcador identitario fuerte. Pero, al menos en este punto, el “individualismo expresivo” del mundo occidental parece haber desbancado a la religión como marcador de identidad.

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Notas

(1) Cfr. Lourdes Flamarique y Madalena d’Oliveira-Martins (eds.), Emociones y estilos de vida. Radiografía de nuestro tiempo, Biblioteca Nueva, 2013.
(2) Cfr. Drew Westen, The Political Brain: The Role of Emotion in Deciding the Fate of the Nation, Public Affairs, 2007. Westen publicó un extracto de este libro en The Guardian: “Voting with their hearts”, 8-08-2007.
(3) Gabriel Albiac, Contra los políticos, Temas de Hoy, 2008.
(4) Rafael Palomino Lozano, Neutralidad del Estado y espacio público, Thomson Reuters Aranzadi, Pamplona, 2014, pp. 49-50.

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